La
Universidad de la República se encuentra en el proceso de elección
de un nuevo rector, y con ello, ante la posibilidad de revitalizar el
debate de ideas sobre sus principales desafíos. En este contexto han
circulado documentos formulados por Roberto Markarián y
quienes impulsan su candidatura a rector1,
así como un colectivo de docentes denominado “Espacio Renovador
Universitario”2,
en los cuales se plantea una suerte de consigna total –la
“excelencia académica”- para la cual, sostienen, las políticas
universitarias desarrolladas desde 2006 a la fecha han sido en buena
medida una suerte de obstáculo, sobre todo el proceso de
descentralización en el interior del país y el papel de la
extensión universitaria.
Precisamente, es desde el
colectivo de docentes de extensión universitaria3
que queremos plantear nuestra visión en relación a estos
documentos, en tanto que en los mismos, se incurre en afirmaciones
donde entendemos prima la desinformación o la debilidad de
fundamentos, al tiempo que se
oscurece el hecho de que el debate que estamos presenciando es
en el fondo de modelos y concepciones de universidad diferentes.
Afortunadamente en nuestra
universidad coexisten diferentes formas de concebir la docencia y las
funciones universitarias, lo cual nutre polémicas que son el
sustrato intelectual del cual vive la comunidad académica si no
quiere caer presa de la burocratización o el autoritarismo. Pero
para que dichas polémicas puedan, efectivamente, enriquecer la vida
académica de la institución, es necesario que se basen en criterios
elementales de rigurosidad y en la fundamentación de las
afirmaciones que se realizan. Esto es lo que por momentos ha faltado,
tanto en los pronunciamientos de Markarián y sus impulsores, como en
los del Espacio Renovador, a propósito de la extensión
universitaria.
A modo de ejemplo: ¿con qué
sustento se sostiene que “la calidad de la interacción de la
Universidad con el medio aparece debilitada al estar excesivamente
centralizada y desligada de los centros académicos donde se cultivan
las disciplinas involucradas”, como afirma el grupo de
universitarios que postula la candidatura de Markarián como
rector?4.
Basta acercarse a la política de extensión realizada en los últimos
años, para verificar que el movimiento ha sido precisamente el
inverso: el fortalecimiento académico de la extensión a partir de
su integración a las actividades de investigación y a los procesos
de enseñanza; la formación de
posgrado de los docentes vinculados a proyectos y programas
integrales; el desarrollo de proyectos de investigación de CSIC por
parte de equipos docentes de dichos programas integrales en conjunto
con docentes de los servicios universitarios; la creación de
unidades de extensión en todos los servicios universitarios tanto en
Montevideo como en los centros universitarios del interior y el
funcionamiento permanente de una Red de Extensión que vincula dichas
unidades, construyendo los insumos para las políticas de extensión
precisamente desde el interior de los centros académicos: las
facultades, institutos, escuelas, programas integrales y centros
regionales de la Universidad. Es decir, lo que ha ocurrido desde 2006
a la fecha es el fortalecimiento académico de la extensión y su
integración cada vez mayor a los procesos enseñanza y producción
de conocimiento de los
servicios universitarios.
En el caso del Espacio Renovador,
llama la atención que todos los casos citados en su documento de
plataforma como ejemplos de extensión universitaria llegan hasta
2006: no se menciona ninguna de las políticas de extensión
desarrolladas por la Comisión Sectorial de Extensión y Actividades
en el Medio de la Universidad (CSEAM) en el presente período (cuando
éste es precisamente el órgano cogobernado que orienta las
políticas generales de la Universidad de la República en la
materia, con la posterior discusión y aprobación en el máximo
órgano de conducción colectiva de la Universidad, como es el
Consejo Directivo Central).
Existen datos que son
concluyentes. En 2006 existían en la Universidad de la República 4
Unidades de Extensión en sendos servicios universitarios.
Actualmente existen 27 Unidades de Extensión: una en cada facultad o
escuela y una en cada Centro Regional del interior. Cada una de estas
unidades dinamiza un Programa de Extensión y Actividades en el Medio
propio de cada servicio con señas de identidad y énfasis
particulares y con la aprobación expresa por el cogobierno de cada
facultad, escuela, instituto o centro regional. Entonces es
inevitable la pregunta ¿a qué centralización refieren estos
documentos? ¿Existen centros académicos que no estén en los
servicios universitarios donde están radicadas estas unidades?
Otra afirmación que se realiza
sin cuidado por la argumentación es que actualmente existe una
“visión restringida” o “unipolar” de la extensión que deja
afuera un conjunto de actividades valiosas5.
Lo dicho desconoce que las orientaciones que en 2009 el CDC de la
Universidad aprobó para su política de extensión, fueron
construidas en un largo proceso de discusión y trabajo por parte de
las unidades de extensión de todos los servicios universitarios,
incluyendo talleres con la participación de los órdenes. También
se desconoce que, como puede
verificarse en los datos de proyectos aprobados y fondos distribuidos
por la CSEAM, estos lineamientos han convocado a todas las áreas de
conocimiento, avanzando en el desarrollo de la extensión en todas
las facultades y servicios, partiendo de sus propias características,
especificidades y tradiciones.
A tal punto han sido reconocidos
como positivos los lineamientos de extensión aprobados por el CDC en
2009, que han sido incorporados como propios por la Comisión
Permanente de Extensión Universitaria de la Asociación de
Universidades Grupo Montevideo (AUGM), la cual en sus fundamentos de
creación expresa que: “Se ha coincidido que la extensión
entendida como un proceso dialógico y bidireccional redimensiona la
enseñanza, el aprendizaje y la investigación. Cuando los procesos
de enseñanza y aprendizaje se extienden fuera del aula, su
enriquecimiento puede ser trascendente. Cuando las practicas se
generan y operan en terreno, partiendo de los problemas sociales
concretos y se intenta encontrar alternativas de manera participativa
y critica, se redimensiona el acto educativo. Hemos observado que las
diferentes universidades del grupo tienen prácticas de extensión y
actividades en el medio pueden ser de muy variado tipo. Todas sus
formas ofrecen en mayor o menor grado oportunidades para aportar a la
idea definitoria de la extensión: la búsqueda de una colaboración
entre actores universitarios y otros actores, en forma igualitaria,
combinando sus respectivos saberes al servicio de objetivos
socialmente pertinentes. En tales procesos de dialogo y colaboración,
todos los actores aprenden”6.
Pero
además de definir como “restrictiva”
a la actual política de extensión, Markarián,
la descalifica: “no puede ser que la extensión se considere
ensuciarse los pies en el barro y nada más”7.
Se trata de una descalificación
que
desconoce la
riqueza y diversidad de
actividades, ámbitos e
interlocutores con los que
se trabaja desde los numerosos proyectos y programas de extensión en
el medio urbano y rural, con comunidades y organizaciones, en
hospitales, escuelas, policlínicas o liceos, con productores
familiares, cooperativas o
fábricas recuperadas, en
articulación con la ANEP, instituciones estatales, el PIT-CNT, la
FUCVAM, entre otras
organizaciones.
La
diferencia, sí. El debate franco y riguroso, también. El simplismo,
la caricaturización, así como las afirmaciones sin fundamento, son
antiproductivas. Esperemos que no se vuelvan el tenor general
de la discusión electoral universitaria. Nuestro presente y futuro
tiene que ser mucho más interesante y enriquecedor que eso.
En los últimos años la
Universidad avanzó en la creación por el cogobierno de un conjunto
de lineamientos orientadores para una política de extensión,
superando el antiguo problema de definir a la extensión por la
negativa (como todo aquello que se hace en vinculación con un
interlocutor no universitario, ya sea la venta de servicios a
empresas o la publicación de un libro). Se avanzó también en el
diseño de una estrategia integral de desarrollo de la extensión
superando la distribución de recursos por llamados a proyectos como
único instrumento de política extensionista, tal como sucedía
hasta hace unos años, con probadas consecuencias negativas para la
consolidación académica de los procesos, así como para el vínculo
estructuralmente frágil que se sostenía con los actores
universitarios. En cambio, actualmente, la política de extensión
combina llamados a proyectos (distribuidos por todas las áreas de
conocimiento) con programas integrales y centros permanentes, lo que,
lejos de centralizar, ha potenciado la participación de los
servicios universitarios en actividades de extensión, como
demuestran la cantidad de docentes y estudiantes que han participado
en los últimos años. Por ejemplo, en toda la Universidad se ha
registrado una participación de 400 docentes en 2010 a cerca de 800
docentes en 2013, y un numero sostenido de 6.000 estudiantes
participando de los Espacios de Formación Integral, una de las
políticas desarrolladas en este período. Para evitar que la
extensión se desarrolle sin materia, se la ha integrado
progresivamente a la investigación y la creación de conocimiento,
razón de ser de la Universidad, y referente organizador de la
extensión y la enseñanza. Para potenciar su valor formativo crítico
y humanista, se ha promovido su integración a la formación de
estudiantes de grado y posgrado. Para reflexionar permanentemente
sobre las prácticas y experiencias de extensión, evitando los
riesgos de derivas asistencialistas o voluntaristas, se han
conformado grupos de trabajo en la mencionada Red de Extensión, se
han desarrollado seminarios de formación en modo ininterrumpido
desde 2007 a la fecha, se ha realizado una evaluación externa de las
políticas de extensión desarrolladas en el período, y se han
organizado Congresos y Seminarios internacionales como el X Congreso
Iberoamericano de Extensión Universitaria Extenso 2009 y el I
Congreso de Extensión Universitaria de AUGM realizado en 2013.
Todo esto ha posicionado a la
Universidad de la República como un referente en la materia de
extensión universitaria a nivel internacional, convocada y
consultada crecientemente por diferentes universidades de la región.
Sin embargo, este proceso no es tomado en estos documentos, que en
cambio remiten sus ideas de renovación y nuevo equilibrio
a la situación previa a 2006, seleccionando apenas algunas de las
transformaciones desarrolladas en el período que se encuentra
culminando.
El
presupuesto actual de la
CSEAM,
del
cual la mitad se transfiere directamente a los servicios,
representa un
0,8%
del presupuesto universitario.
Es
evidente que no se trata de una cifra generadora de desequilibrios.
La
discordancia abismal entre la
significación presupuestal
de la extensión y la
relevancia que ha tomado en el debate universitario, permite pensar
que, en el fondo, lo que se cuestiona es a la extensión como
enunciación política
de la necesidad
de realizar
procesos universitarios en conjunto con los sectores populares de la
sociedad, construyendo en
ese diálogo agendas
académicas.
Diálogos
en los que la universidad aporta, desde sus fines culturales,
científicos y educativos, a procesos de transformación social, en
los que resulta también ella
transformada.
Si
de equilibrios se trata, sería
interesante una discusión más franca que
incluyera
aquellos que refieren
a los recursos que por diferentes vías la universidad dedica a la
colaboración con los sectores empresariales, y su relación con los
que dedica a la investigación y la colaboración con los sindicatos
y las organizaciones sociales. Pero
no
es ésta
una
discusión que esté planteada por quienes,
por
el contrario, resuelven
acometer
contra
uno de los espacios desde los que la universidad realiza una
colaboración sistemática, a
través de
diversos
programas
y modalidades, con los
sectores
postergados
de
la sociedad.
Si
nuestras
ideas
se
definen en parte por el antagonista que
elegimos
para
confrontar,
la decisión que
se
adopta
al
respecto
es reveladora.
De las ideas, posicionamientos
y planteos enunciados por Markarián y el Espacio Renovador
Universitario, es posible identificar su propuesta de acuerdo
al ideal del modelo de las
“Universidades de excelencia”, estudiadas por Philip Altbach en
su famoso estudio comparativo sobre el desarrollo de las
Universidades en los países centrales y periféricos8:
instituciones pequeñas, especializadas, dedicadas a la investigación
de punta, atentas al ranking de Shangai, inmersas en la lucha por
atraer a los mejores estudiantes e investigadores. En esta
perspectiva, “Universidad” es investigación “de punta” y
formación especializada de alta dedicación. De todo lo demás que
se encarguen otros. Por lo demás, investigación de punta y
enseñanza universitaria parecieran equivaler a pequeños
laboratorios, ocupados por docentes de alta dedicación y estudiantes
que han llegado a la Universidad con una sólida formación, que
trabajan en condiciones de una perfecta relación entre cantidad de
docentes y cantidad de estudiantes. Un sueño que, por su total
desapego de las condiciones sociales, históricas y educativas en que
se desarrollan los procesos universitarios en nuestra sociedad
contemporánea, no deja de ser preocupante. Como señalara el propio
Altbach en el estudio
mencionado, en el actual estado de cosas, es una quimera que
en nuestros países periféricos y dependientes puedan desarrollarse
Universidades de este tipo.
Pero el problema no es solamente
que el desarrollo de Universidades de élite como Harvard u Oxford
sea una quimera en los países periféricos. El problema principal
es, sin dudas, que los intentos por realizar dicho ideal en nuestro
contexto, conducen a medidas y políticas fuertemente elitistas. Y en
tanto la naturaleza de este modelo de universidad es elitista, no es
de asombrar que se coloque en el centro de la crítica a la
descentralización y a la extensión universitaria. Al
parecer, la excelencia académica
que se postula en estos documentos es previa al vínculo con el medio
(lo que lo convierte en un ‘afuera’ en el cual depositar los
conocimientos que se generar en el claustro universitario).
Es por ello que hablamos de una
discusión de modelos de universidad, que sería saludable para el
proceso de discusión pública y colectiva, que se asuma como tal.
Nosotros entendemos que la Universidad debe jugar un rol de
particular importancia en los procesos de transformación de nuestras
sociedades. Que la excelencia académica, objetivo primordial del
quehacer universitario, no es un objeto fetichizado sino una
construcción histórica, colectiva, trabajosa, que en ningún caso
puede ir en contra del papel crítico, democrático y democratizador
que la Universidad está llamada a cumplir como institución
educativa pública al servicio del bienestar general de nuestra
sociedad.
Por
lo demás, la apelación
recurrente
a la “excelencia académica” como
principio y final de todo
planteamiento,
no es muy diferente al
discurso que en el debate educativo nacional se organiza en torno al
reclamo
igualmente recurrente por
“la calidad de la
educación”. Lo cierto es
que esta perogrullada
(¿quién
puede estar en contra de la “excelencia académica” o de la
“calidad” de la educación?)
no deja de aportar réditos electorales a quien logra
instituirse en el lugar del
defensor de la “calidad”, consagrando
al mismo tiempo los términos con que se la
define.
Para
recuperar la posibilidad del debate político es
necesario deconstruir el
discurso de la calidad: lo
que resulta políticamente
relevante es observar
qué sentido se asigna a la
noción de “excelencia
académica” desde la perspectiva
de quienes la sitúan como un tema central del debate universitario.
En
este caso es notorio que la
idea de “excelencia
académica” es colocada
como contrapuesta
a la descentralización y a
la extensión universitaria, quizá las dos políticas universitarias
de mayor sentido democratizador.
Se trata de una antigua
discusión político-educativa: ¿cómo
concebir la relación entre la expansión de la matrícula
universitaria y la profundización del relacionamiento de la
universidad con la sociedad por un lado, y la cuestión de la
“excelencia” de los procesos universitarios por otro? Aquí
esta relación se construye
como oposición, y entonces se impugna a la extensión y a la
descentralización en tanto
atentan contra una “calidad” concebida como construcción
ensimismada de pequeños grupos de investigadores.
Se trata de una posición
restauradora, diferente a una mera discusión de equilibrios.
La universidad constituye un
espacio de disputa donde naturalmente se expresan y cultivan diversas
corrientes, concepciones y producciones. La búsqueda de equilibrios
debería fundarse no en el desconocimiento de alguna de estas
expresiones, sino en el reconocimiento recíproco, en información
compartida y en el análisis de situaciones concretas.
ADUR-Extensión
Montevideo, julio de 2014
1 Nos referimos a los documentos difundidos en el blog: http://buscando-un-nuevo-equilibrio.blogspot.com/, así como a pronunciamientos realizados por Markarián en entrevistas publicadas por el semanario “Voces” (26/06/2014) y el periódico “La Diaria” (09/07/2014).
4 Puede accederse en el blog: http://buscando-un-nuevo-equilibrio.blogspot.com/
5 Así lo afirma Markarián en entrevista publicada por “La Diaria” (09/07/2014).
7 Entrevista en Semanario “Voces” (26/06/2014).
8 Altbach, Philip. (2007). Peripheries and Centres: Research Universities in Developing Countries. Higher Education Management and Policy - OCDE.