miércoles, 23 de julio de 2014

¿Nuevo equilibrio o restauración? Disputa de modelos en la elección de rector de la Universidad.


La Universidad de la República se encuentra en el proceso de elección de un nuevo rector, y con ello, ante la posibilidad de revitalizar el debate de ideas sobre sus principales desafíos. En este contexto han circulado documentos formulados por Roberto Markarián y quienes impulsan su candidatura a rector1, así como un colectivo de docentes denominado “Espacio Renovador Universitario”2, en los cuales se plantea una suerte de consigna total –la “excelencia académica”- para la cual, sostienen, las políticas universitarias desarrolladas desde 2006 a la fecha han sido en buena medida una suerte de obstáculo, sobre todo el proceso de descentralización en el interior del país y el papel de la extensión universitaria.
Precisamente, es desde el colectivo de docentes de extensión universitaria3 que queremos plantear nuestra visión en relación a estos documentos, en tanto que en los mismos, se incurre en afirmaciones donde entendemos prima la desinformación o la debilidad de fundamentos, al tiempo que se oscurece el hecho de que el debate que estamos presenciando es en el fondo de modelos y concepciones de universidad diferentes.
Afortunadamente en nuestra universidad coexisten diferentes formas de concebir la docencia y las funciones universitarias, lo cual nutre polémicas que son el sustrato intelectual del cual vive la comunidad académica si no quiere caer presa de la burocratización o el autoritarismo. Pero para que dichas polémicas puedan, efectivamente, enriquecer la vida académica de la institución, es necesario que se basen en criterios elementales de rigurosidad y en la fundamentación de las afirmaciones que se realizan. Esto es lo que por momentos ha faltado, tanto en los pronunciamientos de Markarián y sus impulsores, como en los del Espacio Renovador, a propósito de la extensión universitaria.
A modo de ejemplo: ¿con qué sustento se sostiene que “la calidad de la interacción de la Universidad con el medio aparece debilitada al estar excesivamente centralizada y desligada de los centros académicos donde se cultivan las disciplinas involucradas”, como afirma el grupo de universitarios que postula la candidatura de Markarián como rector?4. Basta acercarse a la política de extensión realizada en los últimos años, para verificar que el movimiento ha sido precisamente el inverso: el fortalecimiento académico de la extensión a partir de su integración a las actividades de investigación y a los procesos de enseñanza; la formación de posgrado de los docentes vinculados a proyectos y programas integrales; el desarrollo de proyectos de investigación de CSIC por parte de equipos docentes de dichos programas integrales en conjunto con docentes de los servicios universitarios; la creación de unidades de extensión en todos los servicios universitarios tanto en Montevideo como en los centros universitarios del interior y el funcionamiento permanente de una Red de Extensión que vincula dichas unidades, construyendo los insumos para las políticas de extensión precisamente desde el interior de los centros académicos: las facultades, institutos, escuelas, programas integrales y centros regionales de la Universidad. Es decir, lo que ha ocurrido desde 2006 a la fecha es el fortalecimiento académico de la extensión y su integración cada vez mayor a los procesos enseñanza y producción de conocimiento de los servicios universitarios.
En el caso del Espacio Renovador, llama la atención que todos los casos citados en su documento de plataforma como ejemplos de extensión universitaria llegan hasta 2006: no se menciona ninguna de las políticas de extensión desarrolladas por la Comisión Sectorial de Extensión y Actividades en el Medio de la Universidad (CSEAM) en el presente período (cuando éste es precisamente el órgano cogobernado que orienta las políticas generales de la Universidad de la República en la materia, con la posterior discusión y aprobación en el máximo órgano de conducción colectiva de la Universidad, como es el Consejo Directivo Central).
Existen datos que son concluyentes. En 2006 existían en la Universidad de la República 4 Unidades de Extensión en sendos servicios universitarios. Actualmente existen 27 Unidades de Extensión: una en cada facultad o escuela y una en cada Centro Regional del interior. Cada una de estas unidades dinamiza un Programa de Extensión y Actividades en el Medio propio de cada servicio con señas de identidad y énfasis particulares y con la aprobación expresa por el cogobierno de cada facultad, escuela, instituto o centro regional. Entonces es inevitable la pregunta ¿a qué centralización refieren estos documentos? ¿Existen centros académicos que no estén en los servicios universitarios donde están radicadas estas unidades?
Otra afirmación que se realiza sin cuidado por la argumentación es que actualmente existe una “visión restringida” o “unipolar” de la extensión que deja afuera un conjunto de actividades valiosas5. Lo dicho desconoce que las orientaciones que en 2009 el CDC de la Universidad aprobó para su política de extensión, fueron construidas en un largo proceso de discusión y trabajo por parte de las unidades de extensión de todos los servicios universitarios, incluyendo talleres con la participación de los órdenes. También se desconoce que, como puede verificarse en los datos de proyectos aprobados y fondos distribuidos por la CSEAM, estos lineamientos han convocado a todas las áreas de conocimiento, avanzando en el desarrollo de la extensión en todas las facultades y servicios, partiendo de sus propias características, especificidades y tradiciones.
A tal punto han sido reconocidos como positivos los lineamientos de extensión aprobados por el CDC en 2009, que han sido incorporados como propios por la Comisión Permanente de Extensión Universitaria de la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (AUGM), la cual en sus fundamentos de creación expresa que: “Se ha coincidido que la extensión entendida como un proceso dialógico y bidireccional redimensiona la enseñanza, el aprendizaje y la investigación. Cuando los procesos de enseñanza y aprendizaje se extienden fuera del aula, su enriquecimiento puede ser trascendente. Cuando las practicas se generan y operan en terreno, partiendo de los problemas sociales concretos y se intenta encontrar alternativas de manera participativa y critica, se redimensiona el acto educativo. Hemos observado que las diferentes universidades del grupo tienen prácticas de extensión y actividades en el medio pueden ser de muy variado tipo. Todas sus formas ofrecen en mayor o menor grado oportunidades para aportar a la idea definitoria de la extensión: la búsqueda de una colaboración entre actores universitarios y otros actores, en forma igualitaria, combinando sus respectivos saberes al servicio de objetivos socialmente pertinentes. En tales procesos de dialogo y colaboración, todos los actores aprenden”6.
Pero además de definir como “restrictiva” a la actual política de extensión, Markarián, la descalifica: “no puede ser que la extensión se considere ensuciarse los pies en el barro y nada más”7. Se trata de una descalificación que desconoce la riqueza y diversidad de actividades, ámbitos e interlocutores con los que se trabaja desde los numerosos proyectos y programas de extensión en el medio urbano y rural, con comunidades y organizaciones, en hospitales, escuelas, policlínicas o liceos, con productores familiares, cooperativas o fábricas recuperadas, en articulación con la ANEP, instituciones estatales, el PIT-CNT, la FUCVAM, entre otras organizaciones.
La diferencia, sí. El debate franco y riguroso, también. El simplismo, la caricaturización, así como las afirmaciones sin fundamento, son antiproductivas. Esperemos que no se vuelvan el tenor general de la discusión electoral universitaria. Nuestro presente y futuro tiene que ser mucho más interesante y enriquecedor que eso.
En los últimos años la Universidad avanzó en la creación por el cogobierno de un conjunto de lineamientos orientadores para una política de extensión, superando el antiguo problema de definir a la extensión por la negativa (como todo aquello que se hace en vinculación con un interlocutor no universitario, ya sea la venta de servicios a empresas o la publicación de un libro). Se avanzó también en el diseño de una estrategia integral de desarrollo de la extensión superando la distribución de recursos por llamados a proyectos como único instrumento de política extensionista, tal como sucedía hasta hace unos años, con probadas consecuencias negativas para la consolidación académica de los procesos, así como para el vínculo estructuralmente frágil que se sostenía con los actores universitarios. En cambio, actualmente, la política de extensión combina llamados a proyectos (distribuidos por todas las áreas de conocimiento) con programas integrales y centros permanentes, lo que, lejos de centralizar, ha potenciado la participación de los servicios universitarios en actividades de extensión, como demuestran la cantidad de docentes y estudiantes que han participado en los últimos años. Por ejemplo, en toda la Universidad se ha registrado una participación de 400 docentes en 2010 a cerca de 800 docentes en 2013, y un numero sostenido de 6.000 estudiantes participando de los Espacios de Formación Integral, una de las políticas desarrolladas en este período. Para evitar que la extensión se desarrolle sin materia, se la ha integrado progresivamente a la investigación y la creación de conocimiento, razón de ser de la Universidad, y referente organizador de la extensión y la enseñanza. Para potenciar su valor formativo crítico y humanista, se ha promovido su integración a la formación de estudiantes de grado y posgrado. Para reflexionar permanentemente sobre las prácticas y experiencias de extensión, evitando los riesgos de derivas asistencialistas o voluntaristas, se han conformado grupos de trabajo en la mencionada Red de Extensión, se han desarrollado seminarios de formación en modo ininterrumpido desde 2007 a la fecha, se ha realizado una evaluación externa de las políticas de extensión desarrolladas en el período, y se han organizado Congresos y Seminarios internacionales como el X Congreso Iberoamericano de Extensión Universitaria Extenso 2009 y el I Congreso de Extensión Universitaria de AUGM realizado en 2013.
Todo esto ha posicionado a la Universidad de la República como un referente en la materia de extensión universitaria a nivel internacional, convocada y consultada crecientemente por diferentes universidades de la región. Sin embargo, este proceso no es tomado en estos documentos, que en cambio remiten sus ideas de renovación y nuevo equilibrio a la situación previa a 2006, seleccionando apenas algunas de las transformaciones desarrolladas en el período que se encuentra culminando.
El presupuesto actual de la CSEAM, del cual la mitad se transfiere directamente a los servicios, representa un 0,8% del presupuesto universitario. Es evidente que no se trata de una cifra generadora de desequilibrios. La discordancia abismal entre la significación presupuestal de la extensión y la relevancia que ha tomado en el debate universitario, permite pensar que, en el fondo, lo que se cuestiona es a la extensión como enunciación política de la necesidad de realizar procesos universitarios en conjunto con los sectores populares de la sociedad, construyendo en ese diálogo agendas académicas. Diálogos en los que la universidad aporta, desde sus fines culturales, científicos y educativos, a procesos de transformación social, en los que resulta también ella transformada. Si de equilibrios se trata, sería interesante una discusión más franca que incluyera aquellos que refieren a los recursos que por diferentes vías la universidad dedica a la colaboración con los sectores empresariales, y su relación con los que dedica a la investigación y la colaboración con los sindicatos y las organizaciones sociales. Pero no es ésta una discusión que esté planteada por quienes, por el contrario, resuelven acometer contra uno de los espacios desde los que la universidad realiza una colaboración sistemática, a través de diversos programas y modalidades, con los sectores postergados de la sociedad. Si nuestras ideas se definen en parte por el antagonista que elegimos para confrontar, la decisión que se adopta al respecto es reveladora.
De las ideas, posicionamientos y planteos enunciados por Markarián y el Espacio Renovador Universitario, es posible identificar su propuesta de acuerdo al ideal del modelo de las “Universidades de excelencia”, estudiadas por Philip Altbach en su famoso estudio comparativo sobre el desarrollo de las Universidades en los países centrales y periféricos8: instituciones pequeñas, especializadas, dedicadas a la investigación de punta, atentas al ranking de Shangai, inmersas en la lucha por atraer a los mejores estudiantes e investigadores. En esta perspectiva, “Universidad” es investigación “de punta” y formación especializada de alta dedicación. De todo lo demás que se encarguen otros. Por lo demás, investigación de punta y enseñanza universitaria parecieran equivaler a pequeños laboratorios, ocupados por docentes de alta dedicación y estudiantes que han llegado a la Universidad con una sólida formación, que trabajan en condiciones de una perfecta relación entre cantidad de docentes y cantidad de estudiantes. Un sueño que, por su total desapego de las condiciones sociales, históricas y educativas en que se desarrollan los procesos universitarios en nuestra sociedad contemporánea, no deja de ser preocupante. Como señalara el propio Altbach en el estudio mencionado, en el actual estado de cosas, es una quimera que en nuestros países periféricos y dependientes puedan desarrollarse Universidades de este tipo.
Pero el problema no es solamente que el desarrollo de Universidades de élite como Harvard u Oxford sea una quimera en los países periféricos. El problema principal es, sin dudas, que los intentos por realizar dicho ideal en nuestro contexto, conducen a medidas y políticas fuertemente elitistas. Y en tanto la naturaleza de este modelo de universidad es elitista, no es de asombrar que se coloque en el centro de la crítica a la descentralización y a la extensión universitaria. Al parecer, la excelencia académica que se postula en estos documentos es previa al vínculo con el medio (lo que lo convierte en un ‘afuera’ en el cual depositar los conocimientos que se generar en el claustro universitario).
Es por ello que hablamos de una discusión de modelos de universidad, que sería saludable para el proceso de discusión pública y colectiva, que se asuma como tal. Nosotros entendemos que la Universidad debe jugar un rol de particular importancia en los procesos de transformación de nuestras sociedades. Que la excelencia académica, objetivo primordial del quehacer universitario, no es un objeto fetichizado sino una construcción histórica, colectiva, trabajosa, que en ningún caso puede ir en contra del papel crítico, democrático y democratizador que la Universidad está llamada a cumplir como institución educativa pública al servicio del bienestar general de nuestra sociedad.
Por lo demás, la apelación recurrente a la “excelencia académica” como principio y final de todo planteamiento, no es muy diferente al discurso que en el debate educativo nacional se organiza en torno al reclamo igualmente recurrente por “la calidad de la educación”. Lo cierto es que esta perogrullada (¿quién puede estar en contra de la “excelencia académica” o de la “calidad” de la educación?) no deja de aportar réditos electorales a quien logra instituirse en el lugar del defensor de la “calidad”, consagrando al mismo tiempo los términos con que se la define. Para recuperar la posibilidad del debate político es necesario deconstruir el discurso de la calidad: lo que resulta políticamente relevante es observar qué sentido se asigna a la noción de “excelencia académica” desde la perspectiva de quienes la sitúan como un tema central del debate universitario.
En este caso es notorio que la idea de “excelencia académica” es colocada como contrapuesta a la descentralización y a la extensión universitaria, quizá las dos políticas universitarias de mayor sentido democratizador. Se trata de una antigua discusión político-educativa: ¿cómo concebir la relación entre la expansión de la matrícula universitaria y la profundización del relacionamiento de la universidad con la sociedad por un lado, y la cuestión de la “excelencia” de los procesos universitarios por otro? Aquí esta relación se construye como oposición, y entonces se impugna a la extensión y a la descentralización en tanto atentan contra una “calidad” concebida como construcción ensimismada de pequeños grupos de investigadores. Se trata de una posición restauradora, diferente a una mera discusión de equilibrios.
La universidad constituye un espacio de disputa donde naturalmente se expresan y cultivan diversas corrientes, concepciones y producciones. La búsqueda de equilibrios debería fundarse no en el desconocimiento de alguna de estas expresiones, sino en el reconocimiento recíproco, en información compartida y en el análisis de situaciones concretas.
ADUR-Extensión
Montevideo, julio de 2014
1 Nos referimos a los documentos difundidos en el blog: http://buscando-un-nuevo-equilibrio.blogspot.com/, así como a pronunciamientos realizados por Markarián en entrevistas publicadas por el semanario “Voces” (26/06/2014) y el periódico “La Diaria” (09/07/2014).
5  Así lo afirma Markarián en entrevista publicada por “La Diaria” (09/07/2014).
7   Entrevista en Semanario “Voces” (26/06/2014).
8  Altbach, Philip. (2007). Peripheries and Centres: Research Universities in Developing Countries. Higher Education Management and Policy - OCDE.